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20 junio 2013

Quédate conmigo.

Cuando el amor aparece y creemos tenerlo todo, justo en este momento nos damos cuenta de que no es así, cuando todo desaparece, nos quedamos sin nada, y eso lo aprendí gracias a ti. Cálmate corazón, acuérdate lo que aprendiste hace un tiempo, la revolución sentimental acabará cuando empiece a dejar de doler el cuerpo, los golpes son los primeros en volar, en huir. No sufras más, perdóname por ilusionarme con un poeta con labia que sabía como utilizar su instrumento. Perdóname por el dolor, por el sabor amargo del orgullo, las palabras calladas o esas lágrimas derramadas.  Disculpa al deseo por ser impaciente, disculpa el cuerpo por desear lo prohibido, lo dañino.  Lo cierto es que perdí la cordura por escuchar palabras que querían comerse los silencios, por imaginar miradas devorándome, caricias torturando al cuerpo para caer y caer en el pecado, como llaman aquellos que no saben amar. Los días contados por las fobias del pasado, y no sabes lo que me arrepiento corazón, porque no mereces sufrir tanto por mi locura, por mi ilusión, por seguir creyendo.

En ocasiones como esta, creo sinceramente que lo mejor es llorar las penas con ron en mano, quizás mis sentimientos no desaparezcan y lo más probable es que cometa más de una estupidez, pero que bien sienta saltar por la playa, notar la arena mojada entre los dedos y disfrutar del sonido del mar mientras el cuerpo disfruta y el corazón sana.  Poner mi mundo al revés, sin que nadie me diga como tengo que sentir, respirar o disfrutar. En fin, lo que quiero decir, es que quiero sentirme libre en medio de este tráfico de sentimientos.

Lo cierto es que ahora, cuando más pérdida estoy, cuando estoy entre el pasado y el presente, justo ahí estás  tú, un atisbo de luz que aparece al final del camino, extendiendo la mano y diciéndome: Arriba nena, tú puedes con todo. Seré tu mano cuando caigas, tú mi hombro cuando me derrumbe, quédate conmigo, quedémonos juntos. 

11 junio 2012

Un techo, una idea.

Ahora, en este preciso momento, soy presa de la dulce melodía de tu recuerdo, tumbada en mi cama, mientras las estrellas brillan en mi habitación y la luna gira lentamente como si una leve brisa entrara por la ventana, es cuando aparecen mis ideas, justo encima de mí, en el techo, como si de una película se tratase. 

 Una escena, una ciudad, París, oh si Paris. Corremos, como si el mundo se acabara en ese mismo instante, quieres enseñarme los rincones más bonitos, y besarme en cada uno de ellos. Bailamos en el restaurante más especial de la ciudad, suena Guilty, y tú no dejas de moverte mientras me miras y sonríes como un niño pequeño con juguete nuevo. Algo ha cambiado en tu mirada, ahora es más limpia, más sana, quizás sea la iluminación, pero así me gusta más. No veo ese chico desconfiado, alejado del mundo. Creo que solo yo he conocido este lado de ti, no puedo evitar apretar con fuerza tu mano mientras mi mano esta sobre tu cara. Me miras y sonríes tímidamente. Un extraño silencio me desvela y la historia está en pausa. 

Cierro los ojos intentando volver a ese lugar. Estoy entre tus brazos mientras bailamos nuestra canción, cuando tu mano se desliza por mi espalda hasta llegar a mi cintura, poco a poco estoy más cerca de tu pecho, apoyo mi cabeza en tu hombro y seguimos bailando y justo al final de la canción me besas. El beso más tierno, más dulce que jamás me han dado. El roce de tus labios, sabor a caramelo. Noto mariposas, o quizás sea el alcohol, que ha hecho mella en mí, pero siento unas ganas inmensas de reír, de que escuches mi risa una y otra vez. Coges mi pañuelo y tapas mis ojos con él, tengo miedo, no confió en lo que sale de tu cabeza, me han contado mil historias sobre ti, notas que estoy asustada y me susurras un: Confía en mí. Al escuchar esas palabras, de repente todo el miedo desaparece, tu pasado no importa, me dejo llevar. Escucho como abres una puerta, me haces esperar, intento quitarme el pañuelo, te ríes y me haces prometer que estaré quieta. Dices que tengo que cerrar los ojos mientras me quitas el pañuelo, ahora me los tapas con tus manos, y al quitarlas veo un caminito formado por velas cuyo final es la cama, sobre ella pétalos y pétalos de rosas. Es precioso, pero intento engañarte y me enfado por el engaño, me besas con pasión y se me olvida el motivo, el tonto motivo por el que he evitado un roce de tus labios. 

Y es ahora, en este preciso momento, cuando el móvil suena y la película se acaba. Sin un final claro, quizás sea porque nos espera una segunda parte donde la pasión dejo de funcionar o porque el roce de sus labios fue el final más perfecto que jamás soñé.

06 junio 2012

Falsa Princesa


No soy una princesa, ni vivo en un castillo, ni tengo un pelo perfectamente largo, y mucho menos he encontrado a mi príncipe azul. De pequeña me sentía como si fuese una  princesita, era la niña más consentida y querida del mundo. Mi padre se empeñaba en llamarme Princesa, y hacia lo posible por sacarme una sonrisa, por hacerme feliz, y si él no lo conseguía, me llevaba a la casa donde vivían las personas que más me han querido en el mundo. Ella, una señora mayor, con fuerza, con muchísima energía, era tan dulce que no podías dejar de abrazarla, me cantaba siempre una canción, que odiaba, todo hay que decirlo, pero que ahora echo de menos. Siempre la veías con su típica bata azul, con esos pendientes de aro de oro, con el pelo rizado y cortito, y ese acento tan gracioso. Me consentía, era su nieta preferida, en verano, siempre me quedaba en su casa a dormir, me preguntaba que dulces quería, que comida prefería, y si quería algo para no aburrirme. Me acuerdo cuando dormía con ella, olía tan bien, y me prometió, que el cuadro que tenía en su habitación, algún día será mío. Aunque ya no estés, no olvido esa promesa.  Él, es mi superhéroe favorito, el mejor abuelo del mundo, el más fuerte,  un tirillas porque estaba muy delgado, pero cuando sacaba bola para ser el más duro, siempre pensaba que de donde la sacaba. De pequeña siempre iba con él, a todos los sitios, me acuerdo que los veranos le ayudaba con su trabajo, me encantaba subirme al carro lleno de hierba recién cortada, tumbarme sobre ella y sentir como el viento me daba en la cara, como el sol me molestaba en los ojos, pero sobre todo me encantaba ver la sonrisa de mi abuelo, como iba al lado de la yegua con su cojera, y como con pequeñas cosas, hacia feliz a la princesa de la casa. Jamás he vuelto a ver esa sonrisa, sobre todo desde que ella nos dejo, aunque a veces, consigo que se ría, que se le ilumine la cara con mis tonterías, o que sonría como un niño pequeño si hace tiempo que no me ve, y le sorprendo con una visita.

Lo que quiero decir, es que aunque mi padre me tratara como una princesita, bueno no siempre, que a veces mi padre sacaba su carácter y me castigaba, poco, pero lo ha hecho. No tengo queja, mis padres siempre han intentado darme lo mejor, eso sí, los pobres han tenido mala suerte, pero me han dado una educación, valores y sobre todo muchísimo amor.  Hace mucho tiempo que no me siento la princesita de la casa, está claro que he crecido, y que no he conocido a mi príncipe azul, ni a un caballero, ni un soldado, nadie de la corte, la verdad que en mi camino de algodones, solo me he encontrado sapos, insectos, gnomos y  criaturas del bosque, y ellos han hecho que mis algodones se conviertan en piedras, cada vez más duras.  Esto empieza a no tener sentido, lo que quiero decir, y aunque lo estoy intentando, es que no debemos creer que el príncipe azul vendrá en su caballo blanco a rescatarnos del castillo, que eso, solo es un cuento, en el que al final, después de tanto sufrimiento, llega el amor, pero al final, hacen algo asqueroso, se comen perdices. 

03 junio 2012

Perfectamente imperfecta.

Y aquí estoy, mientras mis pies juegan con la arena, intento no pensar en que me ha traído hasta este lugar, pero el vacio que siento se apodera de mis pensamientos, y todo es negativo, triste, vacio. Solo busco una felicidad alternativa mirando el mar, encontrar en el agua salada un poco de alegría, algo de paz que me ayude a creer que puedo con todo, que lo que pienso solo es eso, pensamientos que no pueden con la realidad. Entonces aparece la tristeza con más fuerza que nunca, como una especie de castigo, para demostrarme que estaba equivocada, que en apariencia soy valiente, fuerte, estable, pero la realidad es muy diferente, quiere que el mundo me vea cobarde, débil, inestable. Daría lo que fuera porque tan solo un día, solo uno, no fuese como soy, no pensar del modo que pienso, y qué decir de sentir como siento, tan fuerte que causa dolor, que araña mi piel y destroza mi cuerpo. Volver a sonreír cuando veo el mar, cerrar los ojos y sentirme libre cuando la brisa toca mi cuerpo, cuando la siento y tener la misma sensación cada día. Dime la manera de volver a ser esa chica, como cierro esta herida que no deja de sangrar, y aunque lo intento cada día es más profunda, dime donde está la salida de este laberinto, en el que llevo más tiempo del que me gustaría. A pesar de todo, me agradaría que me acompañaras en este momento, los dos juntos, frente al mar, sería un momento perfecto, y no miento cuando digo que eres todo para mí ni cuando digo que puedo hacerte feliz, pero tú buscas a la chica perfecta, y yo, yo soy perfectamente imperfecta. Hoy mi corazón no tiene ganas de seguir latiendo, porque cada latido es un golpe en esta herida abierta, una forma de recordar que he sufrido y que estoy agotada de seguir sufriendo, y ya no quiero ni puedo soportarle más, es agotador convivir con el sufrimiento las 24 horas del día, digo veinticuatro, porque hasta en mis sueños apareces, y cuando despierto me doy cuenta de que solo fue eso, un sueño, un producto de mi imaginación. Intento buscar un motivo para no decir adiós, para seguir, y a veces, solo en contadas ocasiones, lo encuentro. 

Sé que querer es poder, y yo quiero seguir caminando, fuerte, con paso firme, poder contar la historia de mi vida, la que jamás se ha contado, escribirla tal como quiero y no como el destino se empeña en planear. Mis pulmones piden a gritos aire nuevo y yo solo pido un nuevo camino. De lo único que estoy segura es que al final conseguiré levantarme, que por más piedras que encuentre lo haré, y solo por un motivo, llegar a la meta, lograr ser feliz.