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11 junio 2012

Un techo, una idea.

Ahora, en este preciso momento, soy presa de la dulce melodía de tu recuerdo, tumbada en mi cama, mientras las estrellas brillan en mi habitación y la luna gira lentamente como si una leve brisa entrara por la ventana, es cuando aparecen mis ideas, justo encima de mí, en el techo, como si de una película se tratase. 

 Una escena, una ciudad, París, oh si Paris. Corremos, como si el mundo se acabara en ese mismo instante, quieres enseñarme los rincones más bonitos, y besarme en cada uno de ellos. Bailamos en el restaurante más especial de la ciudad, suena Guilty, y tú no dejas de moverte mientras me miras y sonríes como un niño pequeño con juguete nuevo. Algo ha cambiado en tu mirada, ahora es más limpia, más sana, quizás sea la iluminación, pero así me gusta más. No veo ese chico desconfiado, alejado del mundo. Creo que solo yo he conocido este lado de ti, no puedo evitar apretar con fuerza tu mano mientras mi mano esta sobre tu cara. Me miras y sonríes tímidamente. Un extraño silencio me desvela y la historia está en pausa. 

Cierro los ojos intentando volver a ese lugar. Estoy entre tus brazos mientras bailamos nuestra canción, cuando tu mano se desliza por mi espalda hasta llegar a mi cintura, poco a poco estoy más cerca de tu pecho, apoyo mi cabeza en tu hombro y seguimos bailando y justo al final de la canción me besas. El beso más tierno, más dulce que jamás me han dado. El roce de tus labios, sabor a caramelo. Noto mariposas, o quizás sea el alcohol, que ha hecho mella en mí, pero siento unas ganas inmensas de reír, de que escuches mi risa una y otra vez. Coges mi pañuelo y tapas mis ojos con él, tengo miedo, no confió en lo que sale de tu cabeza, me han contado mil historias sobre ti, notas que estoy asustada y me susurras un: Confía en mí. Al escuchar esas palabras, de repente todo el miedo desaparece, tu pasado no importa, me dejo llevar. Escucho como abres una puerta, me haces esperar, intento quitarme el pañuelo, te ríes y me haces prometer que estaré quieta. Dices que tengo que cerrar los ojos mientras me quitas el pañuelo, ahora me los tapas con tus manos, y al quitarlas veo un caminito formado por velas cuyo final es la cama, sobre ella pétalos y pétalos de rosas. Es precioso, pero intento engañarte y me enfado por el engaño, me besas con pasión y se me olvida el motivo, el tonto motivo por el que he evitado un roce de tus labios. 

Y es ahora, en este preciso momento, cuando el móvil suena y la película se acaba. Sin un final claro, quizás sea porque nos espera una segunda parte donde la pasión dejo de funcionar o porque el roce de sus labios fue el final más perfecto que jamás soñé.

1 comentario:

Hollie Deschanel dijo...

El texto me ha estremecido por completo.